En octubre de 2013, tuve el honor de tener como alumno a Antonio Muñoz Molina en uno de mis primeros talleres de Apreciación Musical en La Central de Madrid sobre las Suites para violoncello solo de J.S. Bach. Al acabar el taller, escribió un artículo en la revista musical Scherzo: la forma va por dentro. Así descubrí que él era un amante de la música clásica y que había escrito varios artículos sobre jóvenes músicos españoles. Antonio Galera, un pianista valenciano de mi generación, era uno de ellos.
A través de redes sociales (un retweet por aquí, un like por allá, «leí tu artículo», «suerte para el concierto», «qué foto más chula», emoticonos y demás ) contactamos. Un día, Antonio estaba de visita express en Madrid y me escribió para conocernos en persona. Quedamos en un café del centro y en una hora arreglamos el mundo. Todo fluía, me contó cómo había conocido a Elvira Lindo y a Muñoz Molina, estuvimos hablando de música, de nuestras trayectorias, profesores, amigos en común y sobre todo de cómo nos gustaba trabajar. Coincidíamos en la necesidad de compartir música, dialogar, discutir, pensar y crecer junto a un compañero musical. Decidimos que con tiempo y buena letra, íbamos a hacer música juntos.
Me fui a casa feliz, entusiasmada. Creo que él también, porque a los cinco días me llamó, tenía varios conciertos de cámara cerrados y el cuarteto con el que iba a tocar tenía problemas con las fechas. Me ofreció preparar un programa juntos. Esto significaba pegarse palizas de trabajo y viajes, hacer encaje de bolillos con nuestras agendas, montar un repertorio de trío muy exigente en poco tiempo… en fin, lo que habíamos dicho que no queríamos hacer, pero con tanto entusiasmo, obviamente dije que sí.
A veces la vida te atropella, te pone enfrente posibilidades diferentes a las pensadas, pero estas oportunidades de vez en cuando se convierten en grandes comienzos. Esto nos pasó a Antonio y a mi, así nació el Dúo Azquinezer-Galera: inesperado, entusiasmado y ávido de recorrer camino.
Viva la música y su fuerza.